jueves, 16 de abril de 2009

Capítulo I: Los nuevos visitantes



Hasta esta hostería han conducido mis pasos, mi nombre Antonio Sotavento de Altavela. Arzobispo de los desventurados. Si alguien pudiese leer mis pensamientos, si ese milagro se obrara, sabría bien quién soy. Tal vez así alguien se apiadaría. ¿Y quién soy me pregunto? Acaso queda algo de mí en este traje de hombre. Sé lo que fui: el hijo pequeño de un mayorazgo. O sea, nada. Porque a mi hermano mayor le dieron tierras y casa, a mi hermana un buen marido, viejo, pero bueno. Al otro que me sigue un molino y una yunta. Y sin embargo, a mí querían que me acogiese a un convento, dándome a entender que de nada que haya de preocupar a un hombre, y su entrepierna, habría de faltarme.

Pero nunca quise jugar con esos naipes porque acaso supe que estaban marcados, y porque tengo mal perder. Y por eso preparé mi hatillo creyendo encontrar en el mundo la aventura. ¡Ay! Aventura. No salí de Córdoba cuando vinieron dos alguaciles a mi encuentro y sin mediar palabra me dieron tantos palos que cuando pude verme parecía una muñeca engordada con trapos. Engrilletado y sediento de explicaciones. Mas cuando pude tenderme en mi jergón, no sin miles de quejas, me vi sembrado de chinches que echaban raíces hasta en mi pensamiento. Y durante un mes estuve allí, hasta que la justicia, que es tan ciega que vino a tropezones, quiso liberarme. Pidiéndome cien perdones que no vinieron a devolverme la muela perdida.

He estado buscando trabajo, pero en ningún lugar me dan, acaso será por mi frente tan blanca o por lo bien que se ajusta el pellejo a mi esqueleto. Pero gracias a Dios, hasta hoy día no se me ha pasado ni por el filo de mis pensamientos el regresar a mi casa. Mis pies como por encanto me han conducido a esta hostería porque aquí quizá encuentre algún capataz u hombre que se apiade y me de algo de trabajo porque quiero embarcarme a las Indias con el propósito de hacer allí fortuna y demostrarle a mi padre lo digno que soy o… morir de fiebres.

He pedido un poco de vino y algunos duelos y quebrantos, que hace días que no como y con el agua de las fuentes me mantengo. Por suerte, nadie sabe quién soy y ni qué pienso. Doy gracias a Dios por esa gracia, porque por no tener no tengo ni con qué pagar y sospecho que nadie se va a apiadar de mí.

Pero por Dios, don Antonio, ¿cómo puede mantenerse un cuerpo sólo con el agua de las fuentes? Si nuestro Señor hubiera dispuesto eso para sus criaturas, no habría creado la comida, ni los vinos, ni los otros placeres de la carne, los que vos llamáis de la entrepierna, vive Dios.

Buttarelli, preparad un pollino asado y algo de vino para nosotros, y buen pan. Venid, viajero, sentaos a mi mesa, no os preocupéis por el pago, yo me hago cargo, y comed, comed y contad, que os veo estragado y flaco, blanco como la leche y huesudo como el rucho de un gañán.

¿Decís que queríais embarcaros para las Indias? Yo he estado allí dos veces ya, y dos veces he vuelto, no os aconsejo el Nuevo Mundo… a menos que os persigan las justicias, en cuyo caso…

Pero vos y yo tenemos algo en común, por lo que entiendo, y es el mal perder. Ahí os doy la razón. Yo tengo mal perder y muy buen ganar, como cualquier hijo de cristiano. Y hablando de ganancias, si buscáis trabajo yo puedo ofreceros algo que quizás pueda interesaros, don Antonio, aunque os veo triste y poco decidido, no sé…


Ah, ya está aquí Buttarelli con el pollino. Vive Dios, qué buena cara tiene. Comed, comed y no os preocupéis, puede que cuando estéis más repuesto me aventure a proponeros el trabajo del que os hablo, don Antonio. Por cierto, podéis llamarme Mendo, Mendo de las Cuevas.


Permitidme que os cuente, noble caballero. Pues aunque pobre, aún guardo mis modales. Eso por eso que usted no ve como arremeto como una fiera a este pollino, que no es otra cosa que gloria bendita, Dios me perdone la expresión. Ya que tan hondo cae esta carne que pareciera piedra en pozo vacío, pozo vacío que no ve cómo llenarse. He de advertirle que aunque joven y dispuesto para trabajo, no sé hacer nada, pues así lo dispuso mi crianza y salvando algún cántico religioso y alguna meliflua canción, poco sé hacer salvo perseguir a las mozas. Pero de esto último me guardo mucho, pues he hecho promesa de guardar celibato hasta no verme con una hacienda capaz de competir con mi hermano mayor, al cual quiero mucho tanto como con él rivalizo. Y mis propósitos no son otros, que ganar lo suficiente para embarcarme a las Indias y marchar a la tierra de los patagones. Y hacer allí todo lo posible para conseguir mi fortuna.Sé que en esto, con buen criterio, usted verá cuesta empinada o barranco insalvable. Pero yo, que ahora me sacio y como y bebo y sonrío, veo mis propósitos muchos más cercanos. En tanto que entré en esta hostería con dos pies en la tumba y ahora camino hacia una nueva vida. ¡Proponga, proponga! Que yo haré todo lo que se me pida, pues si bien le he dicho que no sé hacer trabajo alguno, también todo lo quiero aprender.Señor Don Mendo, permítame la sutileza, confianza o como tenga usted a bien llamarle. Pues en donde veía molinos ahora veo gigantes y en donde debiera ver un padre con su hijo veo dama en su sonrisa compartiéndola con su crío. ¡Oh, Dios mío, qué golpes no me dieron los cordobeses que han nublado mis sentidos!

La carne siempre cae honda cuando hondo es el vacío, don Antonio, pero no os preocupéis por comer. Comed, comed.

Buttarelliiiiiiiiii, traed otro pollino, vive Dios.


¿Y decís que habéis hecho celibato? Por la Virgen Santísima, ¿a quién se le ocurre, buen hombre, semejante disparate? La carne está hecha para la carne y el espíritu para el espíritu, confundir ambas cosas es un craso error; pero en fin, allá vos, a mí desde luego, nunca se me ocurriría tal despropósito.


Pero a lo que vamos. Os veo triste y con necesidades. También os veo buen hombre, de buen corazón, aunque no sé si con el coraje suficiente. Veréis. Decís que pretendéis reunir hacienda, cosa difícil en los tiempos que corren. Pero podríais reunirla, y grande, si hacéis caso de mis consejos.


¿Veis la dama que ocupa aquella mesa, la que va con el zagal? Bien, os voy a contar una historia. Ella es la esposa de un importante personaje de la corte, disculpad que no os dé su nombre, y el niño es hijo de otro importante personaje, muy cercano a su alteza, demasiado cercano y demasiado poderoso, pero no es el hijo del esposo de ella. Quiero decir, como ya habréis entendido, que el hijo que acompaña a la dama es ilegítimo. ¿Quién es su padre natural, preguntaréis? Sólo voy a deciros que también hizo como vos voto de castidad. Ya sabréis el hombre. Un personaje muy cercano a Su Majestad y de su máxima confianza que haya hecho voto de castidad, ya podéis imaginar quién es. ¿Me entendéis? Bien.


El caso es que su padre natural, el cardenal, hablemos ya claramente, quiere eliminar al niño, por razones obvias, como comprenderéis, pues la dama ha salido díscola en todos los aspectos. Pero su padre adoptivo, por decirlo de alguna manera, quien conoce toda la historia, quiere salvaguardar la vida del niño a toda costa. ¿Por qué? Sencillamente porque carece de heredero, vaya, que no sirve para engendrar, y si el niño muere, gran parte de su fortuna iría a parar directamente a la Iglesia, o lo que es lo mismo, al cardenal, al mismo que le ha causado la afrenta.
Este distinguido señor me ha encargado proteger la vida de ese niño. Os advierto que su madre es desconocedora de todo, pues ama con todas sus fuerzas al cardenal y no quiere estar con su marido, qué le vamos a hacer, cosas de mujeres, don Antonio.


El cardenal ha encargado el trabajo de eliminar al niño a unos sujetos sin escrúpulos que acaban de llegar de las Indias y que, mediando oro, se han ganado la confianza del cardenal, ya sabéis cómo son los curas, vos que casi lo habéis sido.
¿Qué pinta vuestra merced en todo esto? Por desgracia estoy solo. La fuga de la madre y el hijo se produjo anoche mismo y aún ando, digamos, reclutando gente. Si vos me ayudáis en esta empresa no os arrepentiréis. Si oro tiene el cardenal, más tiene la persona de quien os hablo. ¿Qué debéis hacer? Muy sencillo: vigilad a la dama, ganaos su confianza y no la perdáis de vista en esta hostería. Yo tampoco la perderé. Si el niño sale con vida de ésta y puede regresar sano y salvo con su padre, os aseguro que no os faltará ni hacienda ni los favores del rey. Pensadlo.
Buttarelliiiiiiii… ¿Viene o no viene ese pollino?



9 comentarios:

  1. ¡Bienvenido Manuel García Sánchez! Es un gusto compartir con vos este lugar.

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  2. Muchas gracias bella Liliana, a mí también me agrada mucho su acogida. Esperemos volver a encontrarnos en este mismo sitio muchas veces.

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  3. García soy por cierto, caballero. Y siendo vuestra tocaya en apellido no faltaré a la cita ¡Vive Dios!

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  4. Hola señores, aquí tienen a otra Garcia jejeje
    Mariantonia Garcia Diaz, es mi nombre y MarianGardi mi rubrica artistica.

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  5. Cesar, me has pillao jajajaja
    Si yo tenía a mi personaje ya perfilaoooo y es viuda y viene a vengar la muerte de su difunto.
    Voy a seguir tu propuesta, pero fijate si y hago como tú en la anterior historia y ahora salgo con que soy viuda jajajaja (yo me exploto)
    Besote jajajajajaja

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  6. Cesar, la proxima historia lean bien y sean consecuentes con lo que se cuenta, fijate aqui Constanza le dice a su hijo:
    "el corte de pelo que me hizo el barbero amigo de tu desparecido padre que Dios lo tenga en su Santa Gloria"
    DESAPRECIDO PADRE QUE DIOS LO TENGA EN SU GLORIA, O SEA, QUE ESTA MUERTO.
    Por favor no hagamos chapuzas jajajaja

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  7. Hola hermosa Marian, otra García. Un placer saludarte.

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  8. Lo mismo digo Manuel, encantada.
    Sigamos con la historia a ver como termina.
    Necesito que entre el personaje del Cardenal

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  9. Cesar, estoy estudiando el personaje que me has empujado a diseñar. En menudo lío vamos a meter a la Iglesia jajaja

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Bienvenidos a "La hostería de Cristófano Buttarelli". Es un honor recibirlos con un vaso de tintillo y todo nuestro afecto. ¡Gracias por vuestra visita!