martes, 21 de abril de 2009

Capítulo III. ¡Alegría, alegría! Que paga don Mendo.









A fe mía, mi buen Don Mendo, que lo único que debería pagar usted a estos bárbaros es el viaje del barquero Caronte. Mírelos como comen y beben con la boca abierta. Mozas piden, cuando ni burra merecen. También le ruego que no hable así de Elena, que si usted tiene bajos instintos, a mí con el celibato, se me vuelven subterráneos. Mire, mire como beben, mire aquel banderillero como le chorrea el vino por el cogote. O aquel otro, más entrado en pringues que en carnes, mire como salpica al hablar.Y ese Niño del Corral con esa nariz no le queda sino resfriarse. Señor Don Mendo, estamos asistiendo a un milagro invertido, pues ante nuestros ojos vemos como una limpia hostería se torna una sucia pocilga. Mire, mire…


Cuán ciertas son vuestras palabras, don Antonio, va a salirle caro al conde el empeño de salvar al chico, que no piense usted que esta juerga la pagará mi bolsa. Cómo comen y beben, pardiez, si parecen lobos de los bosques atacando en manada las viandas de las bandejas. Mirad al torero cómo muerde las longanizas, ni las mastica… y qué dientes. ¿Las narices, dice vuestra merced? ¿Habéis visto los dientes? Ahora tengo por cierto que éstos no son hombres del cardenal, que aquéllos no arrastran hambre, tan sólo malas entrañas. Y vive Dios, cuán gritan los malditos. Y las guitarras, y las panderetas, y las castañuelas, y los cantes… pero por el amor de Dios, ¿qué hacen con doña Elena de Constanza? Que la arrastran del mostrador en volandas y se la pasan unos a otros a empellones como si fuera una bota de vino. ¡Qué carnes tiene la condesa, don Antonio! ¡Qué corpiño!


Y las mozas que ha traído Buttarelli, ¿habéis visto las mozas? Seguro que las habéis visto, y antes que yo, que vos con el celibato arrastráis en la entrepierna tanta hambre como estos pendencieros en el estómago. ¿Decís vos que salpican al hablar? Y al beber y al yantar y al despotricar, que más que personas parecen las fieras que dicen lidiar. Y a doña Elena parece que le gusta el trato, vive Dios, qué damas tan casquivanas y alegres hay en la corte. Si viera esto su esposo el conde. Y mirad, mirad qué soltura en los bailes. Y vos en el convento, rezando a maitines con los frailes para que luego os muelan a palos. Remojad el gaznate y disfrutad, y no perdáis de vista al zagal, que duerme en la mesa como un bendito. Dios santo, esto ya es un lupanar. ¿A que echan la hostería abajo?


Pssssh! ¡Callarse, vuestras mercedes! ¿no escuchan esos soniquetes de panderetas y cánticos de andar nocheniergo?, Buttarelli, digale a esos estudiantes que entren, que don Mendo está ansioso por disfrutar de una inolvidable noche. Por cierto, don Antonio, deje de mirar el corpiño de Carmela que ya tiene nombre y apellidos, esa morenaza está deseosa de acompañar al maestro, aquí presente, a uno de los lechos que aguardan ahí arriba en los que las copa de cisco picón con alhucema van a ser testigos de una buena faena, jajaja .


Vamos muchachos entrad y disfrutar de esta fiesta que se ha montado en honor al Niño del Corral Cándelas, ¡Cantad, cantad! miren que pase de pecho, ¡olé!

¡Santo Dios! a usted lo quería ver yo maestro.

¡Hombre, Carrincho! (válgame san Cleto, que este tío se carga la noche) .Venga usted, amigo, ¿qué quiere usted tomar?

¿tomar, dice? a usted por el pescuezo, so aprovechao.

No se me ponga usted así, que se carga la janga Carrincho, ¿no ve, hombre, que estoy codeándome con gente bien y de alta alcurnia, y que estoy a punto de recuperar todo lo que le debo?

Casualidad, que cada vez que lo veo esté a puntito de ajustar sus cuenta conmigo.

¿Qué no me cree? mire. A ver don Antonio, ¿a que a este amigo, seguidor mío y de los mejores, no le puede faltar de ná esta noche?



(He tomado dos vinos y estoy mareada, si no salgo a tomar el fresco caigo rodando por el suelo¿ y qué pensarían los señores que miran mi corpiño con ojos de lobo?

Esta noche de luna llena tengo ganas de divertirme quiero bailar como una poseída, a ver si así olvido al Cardenal Cisneros. Al Conde de Ureña mi esposo y señor ni lo recuerdo ¡Qué desgracia la mía!)


-¿Usted por aquí don Mendo? ¿Se le ha perdido algo?

Venga aquí, novillero de tres al cuarto que por santa Olalla de Cala que lo despacho a punta de daga.

Pero, que hace hombre, ¿no ve que está llamado la atención del personal? Suélteme, hombre de Dios.


Del personal dice, insolente, el tal Antonio ni me ha mirado siquiera, y tal don Mendo a corrido a la calle a reunirse con una de estas fulanas de corpiño inquieto...


Cuide su vocabulario, Carrincho, cuide su vocabulario, porque en esta hostería solo se reune lo más granado de Sevilla y sus alrededores. Y beba hombre, beba, que la noche es larga.

Maldita sea mi estampa, está bien, llene ahí, pero por lo que más quiera no lo sume a cuenta alguna a mi nombre porque entonces lo degüello aquí mismo.


Tranquilo, Carrincho, tranquilo. ¡Buttarelli! llene aquí a este hombre, que es uno de los ganaderos más importantes del reino.

Déjese dar coba al difunto, déjese...


¡ Maestro!

¿Que te pasa, Rafaelillo? , disculpe Carrincho. Pero animal, no ves que de la ocupación hago carrera...



Déjese el artista de carrera y apresuresé en solucionar el asunto



¿De qué asunto me vines hablar, Rafaelillo, que ni el resuello recuperas?



De que va a ser, maestro, en el callejon del Agua estan las autoridades haciendo su ronda, y como esto no se disuelva, nos van a detener por alterar el orden del vecindario.



¡Venga, Rafael, con los miedos! , los miedos pá los malos toreros, que ante los pitones que me enfreto hoy no me tiemblan ni las piernas, bebe, hombre, bebe...



Aún no he perdido nada, señora, pero podría perder la bolsa, la cordura y hasta el pellejo, vive Dios. La tuna, ¿habéis visto la tuna? Lo que faltaba. Ah, qué fresca está la noche. Pero apetece ver la luna y despejarse de tanto tumulto. Por cierto, ¿no os parece que vais demasiado descubierta, señora? No lo digo por el relente, que se ve que sois bien fogosa, sino por la gente que para por esta hostería. ¿Habéis visto la cara del tal Carrincho, el que reclama la deuda al torero? A fe mía que si no salgo pronto me toca a mí pagarla. Qué personaje. Por cierto que vos parecéis distinta, más distinguida, con más nobleza, como si vuestra cuna fuera otra. (Ummm… Vive Dios que esta mujer despierta mis sentidos, violenta mis carnes y desata mis pasiones más dormidas, o mejor dicho, adormecidas. Cómo comprendo al cardenal. Cuánta lujuria desprende la dama. Qué carnes y qué redondeces, por la Virgen Santísima)

Permitidme vuestra merced que os cubra con mi capa, mi ánimo se intranquiliza sólo de pensar que el frío os agreda. Venid, mi capa no es muy amplia pero cabemos los dos, venid, señora, no tengáis cuitas mientras estéis con don Mendo de las Cuevas. Así estamos mejor. ¡Pardiez, que debéis ser bien joven a pesar de vuestras ropas! Vuestras carnes son bien prietas, señora. ¿No estaríamos mejor en la cuadra de Buttarelli, tumbados a lo largo en uno de sus pajares, lejos del mundanal escándalo de esta hostería, reposando de tanta juerga en la semioscuridad de tan tranquilo lugar, señora?



(Que el Diablo condene al torero y a su maldita cuadrilla, y al Carrincho y a todos los pendencieros borrachos que paran en esta hostería. A que se salen a la calle a pelear y me desbaratan los planes?)



Venid, señora, apresuraos, hacedme caso, que ya presto empiezan las puñaladas.




-Don Mendo, le Juro por la Virgen del Sagrario que en ese pajar me gustaría enterrarme entre sus brazos y revolcarme en esas pajas, pero nó eésta noche que tengo el corazón fuera de mis carnes y usted podría encontrarse con una mujer de hielo.

¡Ay don Mendo! Si usted supiera de mis cuitas quizás entendiera mis palabras.

Quizás en otro momento aceptaré gustosa la propuesta, perdoneme necesito retirarme estoy mareada, no ve como tiemblo, no se si es por el frió o el contacto de sus brazos que me dan escalofríos.

Don Mendo atrajo a Elena contra su pecho y apresurose a besarla con frenesí, los labios de Elena se dejaron llevar por la boca jugosa del hombre de la mirada penetrante.

De pronto, el ruido del galope de jinetes asaltaron la noche, gritos y la voz de un niño llamando a su madre.

-¡Mamaaa! ¡Mamaaa!

Albertoooo! Don Mendo es mi hijo, se lo llevan, corramos por Dios, corramos a buscarle.

¡Albertooo!

4 comentarios:

  1. ¡¡BRAVO!! ¡¡BRAVÍSIMO!! César, Manuel y Salmorelli, qué trío. Caballeros tan disipados y de tanto salero rato ha que no he visto. Disfrutad de vuestro festín que yo disfrutaré con vosotros ¡Vive Dios! Que me dan ganas de unirme al jolgorio y levantarme las faldas... para bailar. Jajaja

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  2. Liliana,con este trio podemos hacer cartel,madre mia la que esta liando el torero,Dña Elena dice estar mareada pero no creo que sea del vino,sino de pensar en esa gran faena del niño del corral jajajj.

    Un beso para todos

    olé,olé y olé..

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  3. Mari, no es para menos, el niño es mucho niño jajaja

    Besines

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  4. Madre mia, no se quien tiene mas peligro, si Don Mendo o el torero…

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Bienvenidos a "La hostería de Cristófano Buttarelli". Es un honor recibirlos con un vaso de tintillo y todo nuestro afecto. ¡Gracias por vuestra visita!