viernes, 27 de marzo de 2009

Capítulo VII: Urdiendo tramas


¡Por el bigote de Buttarelli, don César! Menuda historia estáis contando, que de sólo escucharla me dan ganas de consolaros… Os lo dije señor, que las hechicerías existen ¡y que las hay, las hay! Pero no he de ser yo quien insista nuevamente para que llevéis protección, que ya os habéis negado.

A fe mía que no sé el paradero de la pierna incorrupta de San Agilolfo y ni por los mil lingotes de oro querría saberlo, que no hay nada que me impresione más que una pierna de difunto, eso os lo dejo a vos y al capitán Perottinni.

No es el caso de la joya de don Jaime de Martín y Lara, que las voces de los difuntos no me afectan, sólo sus miembros cercenados. ¿Pero entonces creéis que el misterioso reloj se encuentra en poder de don Juan Tenorio, caballeros?
Porque de ser así, bueno yo les propondría un plan…

Es sabido la afición de don Juan por las damas, que por ellas se pierde y a ellas se debe. Pues bien, como a vosotros les resultará imposible acercarse a él, considerando lo mañoso de sus costumbres poco ortodoxas y más desconfiadas que las de don César, propongo que me dejéis tenderle una trampa, cómo decirles… amorosa. Yo estaría dispuesta a realizar el sacrificio, todo sea por el reloj encantado claro, además me mueve a curiosidad este personaje puesto que en el pueblo donde yo residía cuando escapé de la Torre Negra, no había dama que de él no hablara…

No queráis saber los pormenores señores, sólo os diré que la capacidad amatoria de don Juan aparentemente da por tierra cualquier comentario, y yo no quisiera desperdiciar esta oportunidad de conocerlo aunque más no sea por una noble causa.

Creo que me habéis interpretado. Cuando el petulante caballero caiga en mis redes, no tendré obstáculo en sonsacarle información respecto del reloj en cuestión. No me consideréis liviana, que lejos estoy yo de serlo señores, pero la causa común requiere de ciertos sacrificios como dije anteriormente. No sé qué opináis vosotros…

Ummmm… Me parece buen plan, ciertamente, pero una vez que hayáis seducido a ese rufián o ese rufián os haya seducido a vos y logréis haceros con la joya, si es que todavía la tiene, decidme, ¿a quién pensáis entregarla? ¿Por ventura a doña Mariana de Altascumbres? Sería una insensatez. Y por otra parte ¿no estará la tentación, a través del maligno, causando estragos en vuestra alma, señora?

Y que a nosotros nos es imposible acercarnos a ese bellaco, es un decir, señora, poco trabajo nos cuesta pillarlo en la esquina de cualquier taberna y partirle el alma a espadazos, a él y a quien le acompañe y ose defenderlo, que en peores nos hemos visto. Si no fuera porque muerto vale menos que vivo, ya el alma de ese pendenciero estaría en el infierno brindando con el Diablo.

Puede resultar vuestro plan, sí. Don Juan es experto en tender celadas a las mujeres, pero no cuenta con que alguna pueda tendérsela a él. Haced lo que os plazca, pero tened cuidado. Sin duda esta noche rondará la taberna de los Gatos, haceos la encontradiza y probad a sonsacarlo; pero os advierto, si os enamora, que es más que probable, estaréis perdida. Espero que de vuestra boca no salga una palabra de los lingotes de oro ni de nada de lo hablado aquí, mirad que ese rufián no conoce los escrúpulos.

No tengáis pena por mí don César, que no hay demonio que me obnubile la razón, no os olvidéis que tengo en mi hombro la “marca del don” y por cierto, también los guijarros del Guadalquivir que vos habéis rechazado. Perdonad, pero aún estoy sentida…

Me preguntáis a quién daré la joya si es que los hados me son propicios, pues a la hostería la traeré que soy persona de honor. En cuanto a doña Mariana… Mmmm, no sé si debiera enterarse de nuestros planes, tengo la espina que algo se trae aunque no puedo decir qué.

No sé que opinará Perottinni de este plan, pero confío más en vos que en él. Por cierto, allí le veo empinando otra jarra de vino… Me iré preparando para esta noche, la taberna del Gato contará con mi presencia.

"Lo bueno de ser una Elfa es que te enteras de todos los pensamientos habidos y por haber y qué cosas veo en este momento dentro de la mente de mis amigos, bueno, eso de amigos es mucho decir, porque a don César parece que lo único que le importa es el tesoro que guarda el reloj, si no despierta tal y como tengo anotado en mis informes, seguirá haciendo el papelote de su divina y pendenciera comedia, papel que le ha tocado por suerte o desgracia y ahora les da por buscar reliquias de santos como lo de la pierna incorrupta de san Agilolfo. Claro que, como siga empecinado en querer representar a don César me va a dar quebraderos de cabeza, ya que esto significaría que él no es el elegido y ¿si no es él el elegido quien será entonces? y Christiane ¿despertará o no despertará? ella ignora lo del sello en el hombro, selladita igual que una carta y esta carta tiene un remitente, ¡pon! toma, ya está, mira que fácil, ¿tu crees que es un antojo de tu madre antes de que nacieras? ¡ah! nó, estás muy equivocada, de antojo nada, es un sello que tienes grabado, así le hacen a los corderos antes de llevarlos al matadero, claro que su grabado guarda relación con la nobleza mmm que interesante se pone estooo"

Lleváis razón, doña Christiane, yo también tengo la impresión de que doña Marian, con ese silencioso proceder, anda urdiendo algo en su cabeza, como si quisiera leernos el pensamiento, acordaos de su descabellada teoría sobre el futuro, que por más que lo pienso no termina de entrarme en la sesera.

En cuanto a Perottinni, ahí lo tenéis, empinando el codo. Os recomiendo que no os fiéis de él, aunque él tampoco se fiará de vos, y más sabiendo que hay oro de por medio. También oculta información, estoy seguro de que sabe mucho más de lo que cuenta. ¿Veis que ahora charla animadamente con aquel caballero? Dentro de poco su bolsa, si es que la tiene, estará en los bolsillos de Perottinni, no lo dudéis.

Cuando esta noche vayáis a la taberna del Gato yo os seguiré de lejos, si vos me lo permitís. Además de mi espada, siempre llevo dos pistolas bien armadas y… por cierto, ahora que Perottinni anda engatusando a aquel caballero, no me importaría aceptar alguna de vuestras piedras del río. Vive Dios que prefiero mil veces que se me claven en las carnes antes que volver a vivir el episodio de esta madrugada, cuando aquellos pasos, en medio de la oscuridad y de las candilejas, me seguían como sólo el Diablo puede seguir a un cristiano al que desea condenar.
Y, por qué no decirlo, también para protegerme de los sortilegios de doña Marian de Altascumbres, de cuyo proceder cada vez desconfío más. ¡Dios bendito! El futuro, dice. Más parece una elfa que una cristiana, vive Dios. Dadme presto esa piedra, doña Christine, antes de que Perottinni se aperciba.

Tomad, don César, presto. Que no os vean los demás parroquianos, no sea que entre ellos haya pájaros de la Santa Inquisición y deba yo huir nuevamente arrastrándoos a vos conmigo. Coged las piedras.

Acepto gustosa que me vigiléis, pero no os dejéis ver por nada del mundo. Iré ataviada con un vestido blanco que la hija de Buttarelli me prestará esta noche, pues le dije que iba yo a una velada en casa de doña Carmen de Cantalapiedra, donde según pude saber, presentará a su propia hija en sociedad. Me apena haberle mentido a la hija del posadero, pero no tenía ni vestido, ni opción.

Os confesaré que en la bolsa que pende de mi cintura llevo un brebaje que yo misma he preparado. Cuando don Juan esté a mi alcance, verteré en su copa el contenido y no habrá hados que hagan parar su lengua, es allí donde le sonsacaré el paradero del reloj.

Estad atento, cuando os haga una señal con mi pañuelo, acudid con presteza, pues el efecto de la pócima sólo dura diez minutos. No sea que don Juan se avispe antes y yo pague el pato…

Quede esto entre nosotros don César, ya que el avispero está revuelto y no quiero terminar hincada por espada alguna. Ahora me retiraré a mi cuarto. Debo estar descansada para esta empresa.

¡Shhhh! Discreción don César, es lo único con lo que contamos…

¡Vive Dios, lo que es una mujer! ¡Cuánta astucia, doña Christiane! Sí, sí, buena idea, aunque dudo mucho que haya un brebaje que haga perder las luces a ese rufián del Tenorio. Ninguna bebida le hace efecto, os lo aseguro, ni siquiera el vino de Buttarelli. Y además, no teme a nada ni a nadie, ni a las ánimas del purgatorio; si acaso, a mí y al capitán Perottinni, de sobra nos conoce. Y tened cuidado: como los lobos, nunca actúa solo; aunque os parezca que no, siempre hay alguien cubriéndole las espaldas, ya sea el miserable de Mejía o cualquier otro de su cuadrilla. Y sólo lo posee un afán en la vida, que no es la riqueza, ni el poder, ni la gloria, ni la fama, sino deshonrar a las mujeres, da igual cuál sea su condición o linaje.

Y no os preocupéis porque se avispe, yo estaré entre los clientes, guardándoos las espaldas, no os hará falta sacar el pañuelo, y vive Dios que le partiré el alma de un disparo antes de que pueda poneros una mano encima. Hace tiempo que lo busco y él lo sabe, no le pillará de sorpresa. Donde las dan las toman, lo mismo hizo él con don Jaime, todo un caballero.


Y ahora, descansad, descansad, perded cuidado, yo no puedo bajar la guardia, voy a comer algo en la taberna del Gato, a ver cómo pinta el asunto. Ah, y por favor, dad de lado a ese espejo mágico que cuelga junto a la chimenea, os juro por Dios que es cosa del Diablo.

3 comentarios:

  1. Hola Marian: LLegue a tu blog y me pareció muy interesante. Siempre es bueno compartir con el resto. Te felicito y te invito a visitar mis nuevos blogs:
    http://www.recuerdodevenus.blogspot.com/ http://www.loscuentosdevenus.blogspot.com/
    Besos, María.

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  2. don juan el eterno amante de ines echo de corazon y de talante besitos maria

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  3. Hola Venus, gracias por tus palabras hacia mi blog, prometo visitarte y dejar algún comentario en tus paáginas.
    Puedes entrar aquí en nuetra hosteria y ser otra elfa como lo es mi personaje.
    Animate si te gusta la escritura fantastica.
    Vuelve pronto y me haces otra visita que me alegraré verte por mi casa.
    Besos

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